No es nada, es un suspiro.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Memorias desde el corazón de Berlín

Siempre digo que no me gusta que mi vida se divida en horas o días, sino por capítulos. El de hoy, en concreto, exige narración.

Esta noche en Berlín hemos disfrutado de una leve lluvia que ha provocado que los ciudadanos decidieran buscar cobijo en sus casas. O quizás en los brazos de alguien.
Mientras tanto, yo me he decidido por recorrer el canal repleto de cisnes, luces y césped recién cortado que pasa por Kreuzberg. Las bicicletas pasaban por las ínfimas charcas de la desigual calzada y he pisando casi todos los resbaladizos adoquines de la zona. 

Me dí cuenta de que está empezando a hacer un frío considerable, por eso he ido vagando por ahí con las manos en los bolsillos, bajo los puntiagudos edificios que este distrito ofrece.
Por unos minutos, me he convertido en una especie de exégeta de todas las pintadas típicas de esta ciudad, intentando entender las huellas que tantos jóvenes han ido dejando por las paredes del lugar.

Los paisajes desconocidos y los carteles en otro idioma tienen cierto atractivo que me ha tenido evadida del resto de la gente; todas esas caras anónimas que me miraban como dando por sentado que soy una extranjera más. Pero no lo soy. Los extranjeros se comportan como tal hasta cundo están en su propio país. Y yo solo soy una chica atenta a ciertos detalles que muchos pasarían por alto, una especie de poetisa redimida que encuentra su inspiración en las cosas más insignificantes. Una joven que escribe en dos únicas situaciones: cuando está enamorada o dolida. Pero hoy no siento dolor.

Supongo que será por eso que soy la única que se va fijando en la leve lluvia y en el frío que ha empezado a hacer estos días. Puede que sea porque el resto de ciudadanos ha decidido buscar cobijo en sus casas, o quizás en los brazos de alguien, y mientras tanto yo me he decidido a pensar en ti. 
Sobre todo cuando he llegado a mi portal y he sacado las manos de los bolsillos. Estaban frías, como si las hubiera ido balanceando por ahí al pasear.   

Pero no me ha extrañado nada, porque ya sabéis lo que dicen: "manos frías, corazón caliente". Y, como estoy viviendo en un país bastante gélido, tengo que darte las gracias por no dejar que mi alma pase frío en ninguno de los capítulos de mi vida.

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