No es nada, es un suspiro.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Abandonarse al futuro

Cerrar puertas si vas abriendo ventanas, no está tan mal. Al fin y al cabo, por algún lado habrá que salir, aunque se me dé fatal escalar. Puedo quedarme también dentro de la habitación, bien cerca del calefactor para no seguir tiritando. El frío me duele más en la mente que en los huesos. Necesito irme de aquí; irme de esta ciudad, de estos trenes, de estos espejos.

«Huir» no suena tan atrevido mientras se hacen las maletas, mientras vas por el pasillo y se oyen las ruedas que te siguen y borran el paso. «Huir» no suena tan arriesgado. Hasta que llegas a la puerta y cuentas aquellas cosas por lo que merece la pena quedarse, por las que no te has ido antes. Y mira que tenías ganas. Pero es tu orgullo, esa carga constante, voz susurrante, quien te acusa y empuja. Quien te hace cruzar el marco de la puerta.

Una vez que oiga el sonido de la puerta cerrándose a mis espaldas y recorriendo las paredes a lo largo de la escalera, no me atreveré a mirar atrás: mi último tren me espera y pienso si mirarme al espejo de la entrada del edificio por última vez. No lo haré. Pero sentiré que mi reflejo me mira y agita triste la mano en forma de despedida.

Algunas veces pienso que el aeropuerto de Barajas es un sitio genial para pasar la tarde. Vagabundeando por allí en mis noches eternas esperando algún vuelo, descubrí más de un recoveco interesante con vistas a la pista. En cierto modo parece que esos enormes pájaros de hierro me miran. He pensado en colarme en algún vuelo y llegar a un sitio desconocido y, a poder ser, exótico.

La noche de mi huida no sucederá eso. Sé exactamente a dónde iré. Me sentaré en la puerta de embarque mirando hacia el vasto prado que arropa al suelo madrileño y esperaré. “Pasajeros del vuelo con destino a Nueva York, embarquen por la puerta número…”.

Entonces pensaré que «huir» no suena tan atrevido. «Huir» suena interesante, y yo jamás pierdo un avión.

domingo, 3 de octubre de 2010

Reflexiones: el frío, las paredes y tú.

(13:00)
Hoy hace frío.
Por lo menos más que la última semana.

* * *
(13:32)
No... creo que hace más frío desde el día 26.

* * *
(14:06)
El aire gélido está empezando a colarse por debajo de mi puerta y no me quedan más sábanas bajo las que escabullirme.

No me quedan tampoco más párpados tras los que esconderme.

* * *

(14:18)
He pensado que quizás deba abandonarme al sueño, pero sigo pensando.
No puedo soñar.
Todos mis pensamientos van al techo, al armario, a tu chaqueta.

* * *

(14:23)
¿Te acuerdas de aquellos segundos tirados en el colchón de látex, mirando el techo, hablándonos con las manos?
Yo sí. Sola ahora, sin tu piel ni lista de reproducción eterna.

* * *

(14:35)
Me sobra el frío, el tiempo, la soledad.
Quizá me sobres tú.

* * *

(14:48)
No.
Creo que no.
Me faltan horas y labios.
Sí.
Eso seguro.
Me faltas tú.
* * *

(A todas horas)
Me faltan horas para que tus cálidos pies
se froten con los míos
y se lleven el frío de mi piel.

Frío que no me deja soñar contigo
aunque piense en ti
cada hora que me sobra.

Hoy hace frío.

Hace frío desde que te has ido.