No es nada, es un suspiro.

martes, 25 de septiembre de 2012

¿Qué clase de hombres quedan en este siglo?


Hoy me gustaría hablaros, como reza el título, del hombre del siglo XXI. El que afortunadamente puede, ahora más que nunca, regirse por sus instintos sin que nadie se lo prohíba. Puede hacer lo que quiera, pero muchos no han desarrollado ciertos patrones de comportamiento relacionados, por cursi que pueda sonar, con el amor y la actitud. He aquí lo que, para mí, es un hombre “desechable” de este siglo:

Ese hombre que se sienta por las tardes en la barra del bar de mediopelo de su barrio para escapar de las tareas que su mujer le pide que haga, y se deja hipnotizar por el trasero de alguna camarera extranjera y exótica que le regala las sonrisas que le sobran. También está aquel hombre de hoy en día que se levanta antes que el diablo, se viste de un traje que vale más que sus propias ideas, y se marcha porque se ha acordado de que es su aniversario de boda, sin despedirse de muchacha de turno que sigue en su cama y de la que, por supuesto, no volverá a saber nada. Un hombre que abre los ojos para mirar qué día es solo por si tiene que buscar excusa para que no le echen del apartamento por impago, y, sin molestarse por quitarse el cúmulo de legañas que acostumbra a tener, cierra la persiana y se recuesta en la desaliñada cama en la que se maldice por la vida que lleva; sin salir de esa cárcel que es su casa y en la que siempre lleva, como un presidiario, el uniforme a rayas que dibujan las sombras de la persiana a medio cerrar. Cómo no, existe también el patriarca de la familia ordinaria: unos cuantos críos, una mujer a la que no le encuentra el atractivo después de veintiséis años de matrimonio, y un sueño sin cumplir que se ha convertido en afición y por eso hace trucos de magia para que sus hijos se duerman cada día cuando llega a casa de vender unos vehículos que ni siquiera le gustan.

Pero no os alarméis.
Los humanos, como animales, tenemos diferentes instintos, y es por ello que hay una gran variedad de personalidades.
Con esto quiero decir que también existe una clase de hombre que está deseando llegar a casa y no se para en el bar de su calle. Aquel que se levanta antes que el diablo, pero todos los días con la misma mujer, y le deja el desayuno en la mesilla de noche porque sabe que los aniversarios no tienen por qué ser más importantes que el resto de los días con ella. Es ese que abre la persiana nada más salir el sol y repasa sus objetivos, que sabe que cumplirá, por difíciles que se presenten. Un hombre que mira a su mujer y sus hijos y piensa que “para qué pedir más”, si es todo lo que necesita. Por eso, se dedica a hacer espectáculos de magia de vez en cuando para sus hijos y sus amigos, como siempre había soñado.

Y es que en esta vida, amigos míos, todo llega, y cuando le encontréis, lo sabréis a la primera. Pero alguien dijo que “lo bueno se hace esperar”.

Y razón no le faltaba, ¿verdad?

martes, 11 de septiembre de 2012

Aspectos no fisionómicos del corazón y otros misterios sin resolver


Escribí por ahí una vez, no recuerdo dónde ni por qué, que lo mejor para evitar cualquier enfermedad del corazón es evitar al corazón mismo. Olvidar que existe el alma. Pero hay cosas, siento deciros, que el cuerpo no puede esquivar.

La curiosidad y la lectura me han instruído sobre varios matices que la mente, muchas veces, no sabe controlar: véase el cariño. Creo que es uno de los pocos sentimientos útiles y nada efímeros; sirve también como combustible para la vida, siempre que no paséis de esa fase, claro está. Que sí, que podemos cambiar a ciertas personas con las sábanas y ya está, pero como os saltéis esa línea que separa el áspero cariño del amor, estáis jodidos.

Doy por hecho que todos sabéis controlar la mayoría de vuestras acciones, pero hay ciertas cosas -como eso que os explicaban en el colegio de las acciones voluntarias e involuntarias-, ciertos impulsos que son inevitables para el cuerpo. Amar es uno de ellos. Sí, AMAR, ¿estridente, verdad? Pues sí, estridente y, además, desconocido. No os discuto que la Real Academia haya elaborado un significado para esa palabra. Bien, puede que haya catorce acepciones en el diccionario sobre lo que es el amor, pero apuesto a que ninguno de vosotros coincidiría al describirlo. Y es que el amor, para empezar, es algo incierto, una sombra de la que nadie se escapa, una especie de delincuente abstracto que no puede ponerse bajo control y por eso tantos nos escabullimos de él.

Pero llega un día en el que se os agita el corazón y no podéis evitar florecer por dentro, y habéis caído. Entonces, no os quedará otra que someteros a ello y esposaros a sus consecuencias, nefastas probablemente, pero consecuencias ligadas a un sentimiento contra el que no podéis luchar.

Con esto os quiero decir, que para escapar del amor solo hace falta no tener corazón, y como eso es imposible, aquí no se salva nadie.

Ni siquiera yo.